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Qué hacer con un cliente que no paga

Aviso a navegantes, ¡moroso a la vista!

Moroso, según la Real Academia de la lengua española, es aquel que incurre en la lentitud, dilación y la demora. En cristiano, es aquel que debe ‘pasta‘, ‘viruta‘, ‘calderilla‘, ‘money‘ … dinero, vaya.

Abróchense los cinturones porque llegamos al mayor miedo de todo empresario: tener que lidiar con el cliente que no paga.

¿Qué hacer con esta especie tan indeseada y por desgracia nada en peligro de extinción? ¿Sacamos la guillotina? ¿les metemos una cabeza de caballo en su cama? ¿llamamos al hombre del saco? ¿o mejor al cobrador del frac?

Tal vez si viviéramos en una película de Tarantino o de Francis Coppola, cualquiera de estas opciones sería factible, pero… en la vida real si no quieres terminar tú entre rejas mejor es no llevar ninguna de estas a cabo y utilizar un poquito más la templanza y tus dotes persuasivas para recuperar tu dinero.

¿Qué hacer entonces con un cliente moroso? He aquí una lista maravillosa con algunas claves infalibles para recuperar tu dinero:

1. Educación y astucia. La clave es el lenguaje

Es fundamental la forma en la que reclamas tu dinero.

Desconocemos las razones del impago, pero puede que tu cliente te de todo tipo de excusas. Tienes que estar preparado para escucharle y mantener la templanza.

Es fundamental que no olvides que en esta vida todo puede decirse, pero es imprescindible que no pierdas esas buenas maneras de comunicarte que te llevaron a conseguir esos clientes en primer lugar.

Empieza por ser comprensiv@, que no es lo mismo que ser tont@. Escúchalos, pero recalca que tu precio estaba claro desde el principio y que si no se procede al pago no podrás trabajar más para él o ella (si aún no has terminado de ejecutar tu trabajo, no lo termines hasta que no veas el primer pago por adelantado).

Aquí hago un apunte a parte; en muchos oficios los trabajos requieren varias fases de producción. Yo recomiendo que, ante la duda o desconfianza, el empresario pida siempre una “fianza” o un adelanto por su trabajo. De esta manera se asegura que, aunque el cliente no pague por completo su encargo, al menos la fianza no se le devolverá y ese dinero de menos que se ha perdido.

2. Sé pesado, muy pesado y llega hasta la cima de la pirámide

Si el impago se dilata y demora hasta fechas inesperadas, empieza la batalla: sé pesado hasta decir basta.

Empieza enviando correos electrónicos hasta que la bandeja de entrada de tu cliente no tenga más espacio. Llámale a todas sus vías de contacto, repite hasta la saciedad que necesitas que se te pague.

Busca la forma de llegar a la cúspide de la pirámide de la empresa de tu cliente, el CEO, el o la superjefazo, la familia real, el presidente de gobierno… lo que sea. Cuando des con su contacto, bombardea a llamadas a su secretaria o secretario. Te garantizo que, si no tenían pensado pagarte, lo harán. Aunque sólo sea para que te calles.

3. Da -un poquito- de pena

Normalmente con el punto 1 y 2 sería suficiente, pero si ninguno ha surtido efecto siempre puedes ser un poco dramátic@.

Recuérdale que tienes familia a la que alimentar y un gatito en casa esperándote… no sé, lo que se te ocurra que dé más pena. Al fin y al cabo, todos somos humanos y si el cliente tiene un mínimo de corazoncito… acabará sintiéndose culpable y abriendo la cartera. Y si aún así eso funciona…

4. Acude a un abogado

Sé que esta opción puede estar un poco de más, pero… si lo crees necesario la opción de acudir a un especialista en leyes y cosas serias está ahí. A lo mejor haciendo saber a tu cliente que vas a asesorarte legalmente caldeará un poco el asunto, pero llegados a este punto perder a ese cliente en el futuro tampoco suena a mala opción, ¿no?

Y por último, no pierdas la paciencia. Tener que pasar por esta situación es algo engorroso, pero la experiencia te irá dando las pistas para lidiar con todo tipo de situaciones no deseadas.

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