Cuando Graham Bell le contó por primera vez a su esposa su deseo de inventar un artilugio para enviar sonido a través de un cable, ella le dijo que él estaba ‘diciendo tonterías’, y que ‘tal cosa nunca podría ser más que un juguete científico’.
Pero el 7 de marzo de 1876, la visión de Bell se hizo realidad, y Estados Unidos emitió una patente por su invención: el teléfono.
Y así comenzó su viaje; desde el teléfono con candelero, que estaba dividido en dos partes separadas para el oído y la boca, hasta el teléfono rotatorio, que requería que la persona que llamaba mantuviera la marcación para cada dígito de un número telefónico.
Un juguete científico ciertamente no era; aún así, su progreso fue lento.
Los contestadores automáticos, por ejemplo, no se convirtieron en una característica estándar hasta la década de los 60. Los teléfonos portátiles no aparecieron hasta los 80.
Pero entonces, con la invención del teléfono móvil, estos aparatos se situaron en la vanguardia, ejemplificando una innovación tecnológica más rápida de lo que nadie podría haber imaginado (excepto, quizás, Tesla).
A medida que los teléfonos se hicieron más pequeños, su impacto en los negocios se hizo más grande
El primer teléfono portátil, fabricado por el ingeniero de Motorola Martin Cooper en 1973, pesaba 1,1 kg. El último lanzamiento de Apple, el iPhone X, pesa 174 gramos. Y mientras que el primer teléfono portátil sólo servía para llamar a la gente – o como pisapapeles – el iPhone X reconoce tu rostro, te permite pagar por algo con un leve roce y se carga sin cable.
Y lo más revolucionario de todo: los teléfonos móviles (o smartphones) ofrecen acceso a Internet. Esto significa que tenemos la capacidad de enviar mensajes instantáneos, realizar videollamadas y descargar multitud de aplicaciones en -casi- cualquier lugar del mundo.
Pero los teléfonos inteligentes no sólo son buenos para las conversaciones sencillas, sino que también son especialmente útiles para empresas, donde la naturaleza del trabajo implica que una persona a menudo tiene que estar al día en distintos campos. Aquí es donde las aplicaciones pueden ser útiles, para ayudar con la gestión del tiempo, gestión de proyectos, medios sociales y agilizar los pagos.
En el tiempo que se tardó en recibir un fax hace 20 años, puedes obtener una gran cantidad de información sobre mensajería instantánea, iniciar una búsqueda en Twitter y subir un vídeo para tus seguidores de Facebook. Todo desde la palma de tu mano.
Pero no sólo la actividad telefónica de los propietarios de empresas puede ser beneficiosa, sino también la de sus clientes.
Los smartphones ahora hacen llegar tu negocio directamente al cliente
Todos somos adictos a nuestros teléfonos. Tres cuartas partes de los adultos tienen un smartphone, y pasan un promedio de casi tres horas interactuando con sus teléfonos todos los días. El 92% de nosotros usamos nuestros teléfonos móviles para navegar por Internet, según el Barómetro del Consumidor de Google.
Además, el 70% descubre un producto de manera online, antes que de cualquier otra forma. Esto ha provocado un cambio sustancial en la forma en que operan las empresas. Ha revolucionado la forma en que los clientes y las empresas interactúan entre sí.
Del tradicional boca a oreja ahora se encargan Google y Trip Advisor. Las críticas positivas publicadas en Internet sirven como un anuncio gratuito que no caduca. Y luego está Instagram, que, para la industria de servicios en particular, es casi un regalo de Dios; incluso una foto de una taza de café puede obtener miles de ‘me gusta’.
El teléfono ha pasado de ser un objeto pesado utilizado para hacer llamadas entre dos personas, a una especie de dispositivo militar futurista que nos conecta con el mundo entero.
Hoy en día, los smartphones permiten a las personas recibir mensajes de forma clara y creativa. Nos permiten organizar todos los aspectos de nuestras vidas.
¿Son simplemente un juguete científico? Bueno, dependemos de ellos para divertirnos.
Pero, cada vez más, dependemos también de ellos para todo lo demás.